Tres mujeres, 1969
En un campo sin fin, tres mujeres estaban rodeadas de una ráfaga de colores. Los pavos reales se pavoneaban a su alrededor, sus plumas iridiscentes brillando a la luz del sol. Las mariposas revoloteaban alrededor de las mujeres, aterrizando en su cabello y ropa, y una vibrante variedad de flores brotaba del suelo a sus pies.
Cuando las mujeres se dieron la vuelta, vieron que el sol estaba vivo, un orbe resplandeciente que palpitaba con energía. Sus rayos se extendieron para tocarlos, calentando su piel y llenándolos de una sensación de vitalidad.
Las mujeres se miraron, sus ojos brillando con asombro. Empezaron a bailar, sus movimientos fluidos y elegantes. Los pavos reales y las mariposas se unieron, creando un caleidoscopio de colores a su alrededor.
Mientras bailaban, las mujeres comenzaron a transformarse. Sus cuerpos se volvieron más ligeros y etéreos, hasta quedar tan ingrávidos como las mariposas que los rodeaban. Se elevaron del suelo, volando por el aire con los pájaros.
El sol los vigilaba, su luz viva iluminaba la escena de abajo. Latía de alegría, como si fuera un ser vivo disfrutando de la belleza del mundo que lo rodea.
Las mujeres continuaron bailando, sus movimientos cada vez más frenéticos y extáticos. Dieron vueltas y vueltas, sus cuerpos entrelazados con los pavos reales y las mariposas. Las flores se mecían con la brisa, sus pétalos como diminutas lenguas de fuego.
Cuando la danza llegó a su clímax, el sol se hizo más y más brillante. Sus rayos se dispararon en todas direcciones, iluminando el mundo en un brillante estallido de luz.
Y luego, tan repentinamente como había comenzado, el baile llegó a su fin. Las mujeres y los pájaros regresaron al suelo y el sol volvió a su órbita. El campo volvió a estar en silencio, pero el recuerdo de la danza surrealista perduraba, grabado en la mente de quienes la habían presenciado.