La pescadora, 1986

En un mundo extraño y surrealista, una mujer de cabellos oscuros y ojos profundos, vestida con un vestido de gasa etérea, sentada en su bote de madera envejecida flotaba en un mar rojo sangre. El cielo sobre sus cabezas era de un rojo profundo y ardiente, como si estuviera consumido por un fuego invisible. El aire estaba denso con una neblina brumosa que oscurecía el horizonte, envolviendo el paisaje en un velo de misterio.

La pescadora, 1986
La pescadora
C. 1986. Coleccion Fernando Baez.

Sin embargo, a pesar del inquietante entorno, la mujer parecía completamente tranquila, con el rostro sereno y concentrado. Sus manos, delicadas y ágiles, se movían con precisión y gracia.

En su mano, sostenía un largo hilo de pescar, cuyo extremo se arrastraba hacia el agua. Pero en lugar de un anzuelo, la línea estaba unida a una pequeña luna creciente, que resplandecía amarilla bajo la extraña luz. Cuando la mujer comenzó a tirar lentamente del sedal, la luna se balanceaba y se movía en el agua, su luz proyectaba sombras espeluznantes en el rostro de la mujer, acentuando sus marcados pómulos y sus enigmáticos ojos.

Mientras enrollaba la cuerda, los movimientos de la mujer se volvieron más y más fluidos, su cuerpo se balanceaba y giraba al ritmo de la luna. Su danza creaba un espectáculo hipnótico, como si cada giro estuviera conectado a las misteriosas fuerzas que gobernaban aquel extraño mundo.

Y con cada tirón de la cuerda, la luna parecía volverse más brillante, iluminando a las extrañas criaturas de otro mundo que acechaban justo debajo de la superficie del mar. Serpientes de mar de color carmesí, peces con escamas iridiscentes y criaturas nunca antes vistas emergían de las profundidades, atraídas por el brillo sobrenatural de la luna.

Mientras la mujer continuaba pescando, el sol rojo sobre su cabeza comenzó a descender más y más, proyectando largas sombras sobre el paisaje. Las olas del mar teñido de rojo se volvían más agitadas, y la neblina se hacía más espesa y envolvente. Y, sin embargo, no le prestó atención, su atención estaba completamente consumida por la luna y las criaturas que engendraba.

Cuando los últimos rayos de sol desaparecieron en el horizonte, la mujer finalmente se tambaleó hacia la luna, su luz ahora deslumbrantemente brillante. Y con un movimiento final de su muñeca, lo envió volando hacia el cielo, donde se unió a las innumerables otras lunas que flotaban sobre su cabeza, cada una en diferentes fases, creando un cielo nocturno de ensueño.

Una vez completada su tarea, la mujer se dio la vuelta y desapareció en la niebla, dejando atrás una escena surrealista de un mar rojo sangre, un sol rojo y una luna utilizada para pescar. Y en la distancia, resonaban los ecos de una melodía antigua y misteriosa, como si el mundo mismo estuviera cantando una canción de despedida a la enigmática pescadora.

Mientras la mujer se desvanecía en la niebla, las criaturas marinas regresaban a las profundidades, desapareciendo en el abismo rojo. El mar se calmaba lentamente, y la neblina se despejaba para revelar un paisaje de islas distantes y extrañas formaciones rocosas.

En el cielo nocturno, las lunas brillaban intensamente, bañando el mundo en un resplandor suave y etéreo. Sus luces se mezclaban y se entrelazaban, creando patrones y formas que solo podían ser vistos por aquellos con la imaginación y la intuición para descubrirlos.

Y aunque la mujer desapareció en la niebla, su presencia y la huella de su danza con la luna permanecieron en el mundo surrealista. Las historias de la pescadora de lunas y las extrañas criaturas del mar rojo sangre se convirtieron en leyendas, susurradas en los vientos que soplaban a través de las islas y cantadas en las olas que acariciaban las costas.

Con el tiempo, aquellos que escuchaban estas historias comenzaron a buscar a la enigmática mujer y la luna creciente que colgaba de su sedal. Algunos aseguraban haberla visto en las noches sin luna, su figura difuminada en la penumbra, mientras otros contaban historias de encuentros fortuitos en el borde de la niebla.

Pero a pesar de los rumores y las leyendas, la verdadera historia de la mujer y su luna creciente sigue siendo un misterio, oculta en las sombras y los secretos del extraño y surrealista mundo en el que habitaba. Y tal vez, en algún lugar en ese mar rojo sangre, la mujer continúa pescando lunas, su danza perpetua un recordatorio constante de la magia y la maravilla que existen más allá de nuestra comprensión.

La pescadora y su luna, cuento inspirado por l apintura de Clara Ledesma "La pescadora, c. 1986".