Amantes, 1969
Los dos amantes pasaban sus días explorando las infinitas posibilidades de su mundo surrealista, siendo su única compañía los seres extraños y maravillosos que lo habitaban. Pero había una cosa que los fascinaba por encima de todo: las lunas.
C. 1969. Oleo sobre tela. Coleccion Fernando Baez.
Había innumerables lunas en el cielo, cada una de un color diferente, girando y bailando al unísono perfecto. Algunos eran morados, otros eran rojos y otros eran verdes, cada uno tan fascinante como el anterior. Y cada noche, los amantes se sentaban y miraban salir las lunas, admirando su belleza y sintiendo la magia que emanaba de ellas.
Pero un día, las lunas comenzaron a actuar de forma extraña. Comenzaron a orbitar más y más rápido, girando alrededor del mundo de los amantes en un frenesí salvaje. Los amantes se abrazaron fuertemente mientras veían las lunas chocar, estallando en millones de fragmentos que llovieron sobre ellos.
De repente, los amantes se encontraron rodeados por un mar de fragmentos de luna destrozados, cada uno de los cuales palpitaba con una extraña energía de otro mundo. Mientras miraban a su alrededor, se dieron cuenta de que ya no estaban solos: seres extraños y alienígenas habían surgido de los fragmentos, cada uno tan extraño y fantástico como el anterior.
Los amantes estaban asombrados y asustados, sin saber qué hacer con esta repentina afluencia de criaturas. Pero mientras observaban a los seres moverse e interactuar entre sí, comenzaron a sentir una sensación de asombro y curiosidad. Se unieron al caos, jugando y riendo con los extraños seres, y pronto se encontraron perdidos en un mundo de pura imaginación y fantasía.
A medida que avanzaba la noche, los amantes se olvidaron por completo de su antiguo mundo y de sus antiguas vidas. Quedaron atrapados en la magia surrealista de las lunas y sus nuevos compañeros, abrazando la locura y la belleza que los rodeaba.
Y mientras se quedaban dormidos, abrazados, supieron que habían encontrado algo realmente especial: un mundo más allá de lo común, un mundo donde todo era posible y donde las lunas bailaban eternamente en tonos púrpura, rojo, y verde.