Hombre y caballo, c. 1962
En esta pintura, una figura se encuentra junto a su caballo, con las cabezas tocándose en un suave abrazo. La escena se desarrolla sobre un fondo de cálidos tonos terrosos de naranja, que le dan a la pintura una sensación de calidez y armonía.
Tanto la figura como su caballo están adornados con símbolos primitivos que están grabados en sus cuerpos, agregando un elemento de misticismo a la escena. Estos símbolos parecen ser profundamente simbólicos, tal vez representando la conexión de la figura con la naturaleza o sus creencias espirituales.
El caballo y la figura parecen estar en perfecta armonía entre sí, sus cuerpos relajados y cómodos en presencia del otro. La pintura transmite una sensación de paz y tranquilidad, como si el tiempo se hubiera detenido en este momento de intimidad entre el hombre y el animal.
En el fondo, hay formas apenas perceptibles en un tono más oscuro, que dan un aire de misterio a la pintura. En la parte superior del lienzo se puede ver un sol negro, quizás insinuando la idea de un nuevo amanecer o un nuevo comienzo.